Las fiestas de San Benito comienzan al son de los Chimbángueles y el Ajé


“Ajé” gritan unos, “Bendito” responden otros, al ritmo de los chimbángueles el “Santo Moro” comienza a danzar en hombros de sus fervientes vasallos. San Benito brilla hoy en muchas regiones del país. Brilla por el sol que se refleja en su tez oscura y por el ron que lo baña, así transcurren los diciembres en Zulia, Mérida y Trujillo.

San Benito de Palermo se ha convertido en grande entre la fe católica, representada en un monje franciscano, y la más pura tradición africana de la época colonizadora, tal como lo relata el Diccionario de Historia del Zulia.

Sobre su vida, el libro “Santos Franciscanos para cada día” relata que fue hijo de unos esclavos africanos que vivían en la ciudad de Palermo, en Sicilia, durante el siglo XVI y al cumplir 20 años entró a la orden de Frailes Menores. A lo largo de su vida se desempeñó como guardián de su convento, maestro de novicios, pero fue su labor de cocinero la que le permitió acercarse a la gente y hacer de eso un instrumento de la bondad divina.

Realizó numerosas curaciones, “cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones”, describe el libro. 

“En 1589, Benito enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: ‘En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu’”.

La fé

La Costa Oriental del Lago, el Sur del Lago y los pueblos de Mérida y Trujillo se despiertan todo los diciembres al son de los chimbangleros. Vestidos de azul, con sombreros de paja, cientos de feligreses se concentran a las puertas de la iglesia para sacar a San Benito en procesión. Una vez afuera los tambores redoblan el toque, las voces se alzan y el ron comienza a rociar a la multitud. 

En el municipio Sucre la imagen de San Benito, de gran tamaño, es cargada en hombros por los vasallos y desplazada al son de los tambores, en diferentes puntos de la localidad lo esperan los creyentes.
Las tradición en los pueblos de palafitos, como Ceuta, es diferente. Todo comienza en las aguas del Lago de Maracaibo. Los vasallos no paran de tocar hasta que traen la imagen a bordo de una lancha hasta las tablas de las humildes viviendas, la festividad se mantiene durante todo el día.

Chimbángueles

La adoración a San Benito con tambores se remonta a los orígenes africanos de la colonización, los llamados chimbángueles originalmente resonaban para enaltecer a la divinidad Ajé, la cual fue unificada con la imagen del “Moro”, debido a que sus historias tienen en común la bondad, la entrega desinteresada y la ayuda a los más necesitados, y les permitía realizar los cultos sin prohibición alguna, explica el Diccionario de Historia del Zulia.
El son de los cueros se une con el de la maraca y las voces de los vasallos, ataviados en azul y blanco y sudados del caluroso clima de los pueblos del Occidente del país.

Otros fervientes creyentes se encargan de llevar la imagen en hombros, la capa del Santo Negro, tradicionalmente de terciopelo, se balancea y humedece por el ron que arrojan sus seguidores.


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